ESCULTURA
(“Estudio Histórico – Artístico de Villafranca de los Caballeros”) © María del Carmen Avendaño Pozo eltiocazuela.com. Todos los derechos reservados. Se puede copiar conservando y publicando este copyleft)
En la época barroca, la imaginaria adquirió gran desarrollo. Aparecieron estatuas situadas en hornacinas, bien en el muro o en el retablo, incorporando a la ceremonia la imagen y la casi viva presencia de los santos a los cuales evocaban.
Los rústicos artesanos incurrían en una policromía intensa y abigarrada, de ahí que sus estatuas ofreciesen colores chillones y revestidas de toques violentos.
Con frecuencia, las personas que hacían algún encargo a un artistas, indicaban en un contrato las estatuas que debían figurar, por ejemplo en un retablo, precisando la expresión que se les había de dar.
En el siglo XVII surgió la imagen procesional. Se realizaba con el fin de ser vista por los fieles, sobre todo el paso procesional, para después ser contemplada en su altar. También se dieron las figuras de vestir, especie de armazón de palos que sostenía cabeza, pies y manos, unidas partes talladas, mientras que el cuerpo se sustituía con auténticos vestidos. Ejemplos de este tipo de figuras, utilizadas igualmente como paso procesional, son la Verónica, la Virgen del Rosario y la Soledad, de Villafranca.
Don Lucio Hidalgo Lucero refiriéndose a esta Ermita, dijo: “Esta pequeña Iglesia conservo siempre gran numero de imágenes ya que en ella se guardaban los pasos e imágenes de Semana Santa”.
Las escenas pintadas y las estatuas componían un gran aparato escenografico conocido con el nombre de retablo. La ermita del Cristo guarda en el Presbiterio, como si de un tesoro se tratase, una prueba de lo que fue el retablo barroco.
Este retablo fue concebido a manera de arquitectura, formado por dos cuerpo y tres calles.
El primer cuerpo esta dividido por elegantes columnas salomónicas, decoradas con racimos y pámpanos, y con capitel compuesto, adquiriendo un aire imponente de arco triunfal. El cuerpo superior es como un ancho frontón curvo, cuya decoración lateral, de palmas en espiral, recuerda las grandes volutas que remataban las iglesias barrocas italianas. Esta distribución nos acercaría a los retablos de las iglesias flamencas. Todo él se foro con pan de oro. Acabada la guerra civil en 1939, este retablo se reconstruyo en mampostería y madera.
Al volver nuestra mirada al cuerpo inferior, centramos toda nuestra atención en la imagen de Santísimo Cristo de Santa Ana cobijado en una hornacina en la calle central. Sucedía, a veces, que alrededor de una estatua, objeto de una devoción especial – el Cristo es el patrón de Villafranca de los Caballeros-, el retablo se desplegaba como un inmenso cuadro o vasto relicario. La imagen de nuestro Cristo, en voz de la tradición, apareció sepultada en la antigua Ermita de Santa Ana. De ella, lo único original que se conserva es el pie derecho y la cabeza – salvada gracias a la acción de Rito Naranjo Pastrano y guardada durante la guerra civil por su hermana Juana-, pues el resto del cuerpo pereció en esa guerra. Un taller de imagineros de Valencia reconstruyo, en 1939, la talla del Cristo de Santa Ana, basándose en una fotografía de comienzos de siglo que reproducía la primitiva figura, en madera de gran calidad y sin enagüilla. Es un cuerpo proporcionado y bello. Por el realismo y dramatismo de su cabeza podría fecharse dentro de la imagineria barroca del siglo XVII. Su indumentaria se compone de una rica engullía o tonelete. Esto nos acerca a una leyenda- conocida por todos los villafranqueros- en la que narra como un Cristo, de semejante atuendo, se apareció en un navío a Don Alfonso Díaz de la Beldad y Cervantes, en medio de una terrible tempestad. A finales de mayo de 1991, en Socuellamos fue restaurada la cabeza de esta imagen.
A ambos lados de hornacina del Cristo- en forma de cruz- se fingen otras dos semicirculares. En cada una de ellas se han colocado imágenes de Santos, hasta 1936 San Cristóbal y San José y actualmente, Maria Magdalena y San Juan.
Si ascendemos al segundo cuerpo de dicho retablo, vemos como esta sujeto por una especie de cornisa, con canecillos ricamente ornados, que sirve de linea divisoria de ambos cuerpos. Palmas, guirnaldas y flores ambientan la parte central, ocupada en otro tiempo por una imagen de la Virgen con dos niños en sus brazos- Jesús y Juan-, dentro de un nicho casi cuadrado, reemplazándose después por un lienzo con Santa Ana y la Virgen Niña.
A menudo, un cuadro llenaba el centro de los retablos y en torno a él se ordenaba la composición. Era como la escena principal a la que todos los demás elementos complementaban.
El lienzo que hoy preside el retablo de la Ermita del Cristo de Santa Ana, data de 1939, fecha en que fue regalado con ocasión de la restauración de la pintura de esta ermita. Ahora, desde su lugar, contempla la escena de pasión que se desarrolla a sus pies. El tema de Santa Ana, iniciando a la Virgen en las Sagradas Escrituras, ha sido poco tratado, sin embargo, aquí lo vemos recordándonos la dulzura de las escenas familiares que Murillo pintara sobre la Sagrada Familia. Son figuras llenas de sosiego y tranquilidad, en un ambiente apacible y santo. Los dos personajes llenas el cuadro en su totalidad. La imagen de Santa Ana se solía sumar a la de la Virgen o Jesucristo. De ahí que esta iconografía quiera significar un rendido homenaje a su familia, cuya genealogía se hace constar en el nombre de nuestro patrón, el Cristo de Santa Ana.
Hace aproximadamente 40 años que se restauro este cuadro.
Durante la guerra civil, además de partes arrebatadas al Retablo Mayor, perecieron tres altares laterales, 22 imágenes de talla y dos carrozas. En 1939 se pusieron dos altares laterales nuevos por un importe de 9.750 Ptas.( incluida restauración de Retablo Mayor), y se compraron 6 imágenes cartón-piedra por 13.500 Ptas.